sábado, 18 de agosto de 2018

EL SEÑOR Y EL PINGÜINO

El señor y el pingüino 

Había una vez un señor que tenía un pingüino. A los dos les encantaba salir a pasear juntos, aunque la gente los miraba extrañada. Un día, un policía los detuvo en la calle.

- ¿No sabe usted que está prohibido andar en la calle con pingüinos? -le advirtió el policía-. Debe llevarlo al zoológico.

- ¡Qué extraordinaria idea! ¿Cómo no se me había ocurrido antes? Muchas gracias -dijo el señor y, agarrando a su pingüino, se fue calle abajo.

A día siguiente e policía vio de nuevo al señor con su pingüino. Contrariado le dijo:

- Pero, señor, ¿no se acuerda de que le dije ayer que llevara al pingüino al zoológico?

- Sí -respondió el señor-, sí me acuerdo. Al pingüino le encantó el zoológico, se divirtió mucho con todos los animales. Pero, discúlpeme, otro día le cuento con más detalle, porque ahora voy con el pingüino a cine.

Y el señor se fue con su pingüino a toda prisa.

Fernando Pellicer Melo (Adaptación). 2013 

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EL VENDEDOR DE GORRAS


El vendedor de gorras

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Había una vez un vendedor de gorras. Vendía gorras verdes, marrones, azules y rojas. ¡Y las llevaba sobre la cabeza! Primero se ponía su gorra rayada y luego las otras. 
Un día, el vendedor se sintió cansado y triste porque no había vendido ni una gorra. Entonces, abandonó el pueblo y caminó hasta que llegó al campo. Allí encontró un gran árbol y se sentó a la sombra. Se quitó las gorras y las contó. Las tenía todas. Entonces se las volvió a poner y se quedó dormido.
Se despertó sintiéndose mejor y enseguida levantó un brazo para tocar la pila de gorras. ¡Pero sólo le quedaba su gorra rayada! Se levantó de un salto y empezó a buscarlas. Miró hacia la copa del árbol... ¡Y allí estaban todas sus gorras! ¡Cada una en la cabeza de un mono!
- ¡Eh! ¿Me oyen? ¡Devuélvanme mis gorras! -gritó el vendedor, amenazándolos con el puño. Los monos le mostraron sus puños, pero no le devolvían las gorras. Desesperado, el vendedor se quitó su gorra rayada y la tiró al suelo mientras les decía: ¡Aquí tienen otra, ladrones!
Y ya se marchaba cuando vio que los monos se quitaban las gorras y las tiraban al suelo, como él había hecho. Entonces el vendedor se apuró a recogerlas y a colocarlas otra vez sobre su cabeza. Y silbando se puso en marcha rumbo a otro pueblo, para venderlas y poder comprar su comida.
Elsa Isabel Bornemann (fragmento). 2011 

CUENTO: "LA GRAN CALABAZA Y LA OLLA"

La gran calabaza y la olla

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Una vez, Afanti visitó una lejana aldea. En su presencia, los aldeanos se jactaron con locuacidad:
- Afanti, este año nuestros sembrados crecen en forma extraordinaria. Una sola de nuestras calabazas no cabe en un carro de acarreo.
Afanti, sin resignarse a quedar atrás, dijo:
- Pues en nuestra ciudad, los obreros son tan hábiles que han fabricado una olla tan grande como una casa.
Los aldeanos, incrédulos y asombrados, replicaron:
- Afanti, no puede haber en el mundo una olla tan grande.
- Si no existe tal olla, ¿qué recipiente utilizan aquí para cocer su calabaza? -concluyó Afanti, dejando boquiabiertos a los aldeanos. 
Popular. 

miércoles, 15 de agosto de 2018

EL MENSAJERO

El mensajero

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El rey de Constantinopla invita a un mensajero a un banquete y lo sienta al lado de los nobles.
El mensajero no conociendo las costumbres del país, revuelve la comida. Entonces, los nobles le gritan al rey: “¡Oh, señor, has sido deshonrado como jamás lo fue rey alguno!”. El rey se dirige al mensajero: “Lo siento, tengo que condenarte a muerte. Solo puedo concederte un último favor”. El mensajero responde: “Quiero que les arranques los ojos a quienes me vieron revolver la comida”.
El rey jura que él no vio nada, y la reina también hace lo mismo. Los otros nobles también juran que no vieron nada.
Entonces el mensajero vuelve a su tierra sano y salvo. Nadie lo vio.
Popular (fragmento)

EL SEÑOR Y EL PINGÜINO

El señor y el pingüino  Había una vez un señor que tenía un pingüino. A los dos les encantaba salir a pasear juntos, aunque la gente lo...